¡Que nadie les diga que no se puede!

Conversando con la Nico anoche, encontré esta foto y le conté la historia.

Esta foto es de diciembre de 2019, en una feria que se instalaba en Providencia los fines de semana. Antes de esa sonrisa pasaron cosas y se las cuento aquí:

Venía tejiendo desde 2018 y había acumulado mucho stock de amigurumis y estuchitos. Rodrigo mira toda mi colección y me dice ¿Qué vas a hacer con todo esto? ¿Y yo? Voy a ir a una feria y venderé todo (eso pensé yo).

Encontré una feria, que se iba a hacer el primer finde de noviembre de ese año y toda emocionada, me mandé a hacer stickers, tarjetitas de presentación y compré una máquina de pago electrónico (en ese tiempo eran caras, me costó más de 40.000). Por primera vez iba a presentar mis creaciones en sociedad, por lo que la emoción, el orgullo y la ansiedad corrían a mil. Solo quería que fuera la fecha de la feria, para sentirme toda una artesana.

Pero, pasó el 18 de octubre (el que después se llamó el estallido social) y la cosa cambió. Los organizadores no quisieron suspender la feria, que para más desgracia era en el Barrio Lastarria y algo que nunca supe era que se desarrollaría en el segundo piso de una casona. ¿Qué pasó?

NADIE ENTRÓ. Después de 5 horas de mirar las murallas, desarmé mi stand, llamé a Rodrigo para que me fuera a buscar y con penita nos fuimos para la casa.

Aquí las fotos de la feria fallida acompañada por la Vicky


Ya de vuelta en la casa, miré todas mis cositas y pensé, bueno nada que hacer. Será para otra vez.

Pasaron como cinco semanas y en diciembre, Rodrigo me comenta que el amigo de un amigo tenía un stand liberado en una feria y que no lo iba a usar (sin costo). Llamé al amigo del amigo -que se llama Luis- le conté lo que hacía y me dijo, ya pues, puedes usarlo este fin de semana y el siguiente!

Con mucho temor, volví a juntar mis cositas y dije, bueno si no vendo nada, no importa, si ya me fue mal en la otra feria.

Con la guata apretada, me di cuenta que necesitaba muebles, pero no sabía cuáles. Quería que mis amis se vieran y pensé en una suerte de escalera. Sin querer invertir más y con el poco tiempo de antelación, busqué una forma artesanal: cajas de zapatos, forradas en papel craft (pegado con washi tape) y con palitos de comida china para afirmar los niveles de la escalera (fíjense en la foto 😊)

¿Qué pasó?

Vendí muchísimo, tuve que tejer en la noche del sábado para llevar más cositas el domingo y volver a juntar stock para el finde siguiente. Fue una semana muy loca, muy tejida, muy emocionada. Mi Instagram creció, recibí muchos pedidos después y por primera vez me sentí como una artesana crochetera de tomo y lomo.

¿Por qué les cuento esto? Por una sencilla razón: no tengan miedo de tener su emprendimiento, no se desmotiven si las cosas no funcionan a la primera. El trabajo constante es nuestro mejor aliado.

Y por último:

¡Que nadie les diga que no se puede!